jueves, 24 de enero de 2013

Automasaje facial

¡Quién no conoce los beneficios del masaje sobre el cuerpo y la mente! Y es que la manipulación de la piel y de los músculos contribuye a mejorar el estado corporal y anímico, potenciando la tonicidad y belleza del cuerpo. Un hecho que no sólo se percibe de cuello para abajo, sino también en el rostro. Las contracciones permanentes que se pueden llegar a producir en la cara favorecen el desarrollo de surcos y arrugas profundas, como sucede en el caso del rictus del arco nasogeniano (el que va de las aletas de la nariz a la comisura de la boca) o el del entrecejo.

Un masaje facial que favorezca la relajación muscular contribuye a:
  • estimular la producción de fibroblastos y reorganizar las fibras de colágeno, lo que proporciona firmeza
  • mejorar la microcirculación cutánea, y con ello, unificar el tono de la tez
  • potenciar la actividad metabólica, lo que se traduce en una tonificación del tejido.
  • No necesariamente  hacerlo cuando te haces una limpieza de cutis ,lo puedes hacer en la comodidad de tu casa solo te llevara unos minutos.
  • preferiblemente por la noche antes de acostarte  mientras te aplicas la crema de noche para conseguir relajar los músculos, alisar las arruguitas y estimular los tejidos. El masaje gira en torno a tres gestos básicos, lo que unido a la acción de los productos cosméticos puede hacer auténticas maravillas en la piel, ¡toma nota!
  • Para borrar los signos de tensión se recomiendan pellizcos profundos y repetidos siguiendo primero la línea de las cejas (siempre de dentro hacia fuera), y después, el borde del labio superior, desde el arco de Cupido hacia las comisuras de la boca.
  • Las arrugas se alisan con pellizcos pequeños, suaves, superficiales y continuados, en perpendicular a las arrugas de la frente, las patas de gallo y los surcos nasogenianos.
  • Para redibujar el contorno del rostro, se estimulan los tejidos profundos mediante pellizcos tónicos, amplios y rápidos, en la parte superior de las mejillas y en las mandíbulas, redibujando el óvalo facial. Esto favorece la oxigenación de los tejidos y activa la producción de fibras de colageno.

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